miércoles, 18 de marzo de 2020

HISTORIA 5° Año Electro y Const. Navales - Apunte n° 1 REGÍMENES TOTALITARIOS

Alumnos:
El presente material de lectura y actividades corresponde a 5º Año de Historia
.
Actividades: Tras atenta lectura del material debe contestarse el siguiente cuestionario y completar el cuadro
Entrega: el siguiente trabajo deberá enviarse al siguiente correo samgh1985@gmail.com, el cual debe constar de Apellido, nombre y curso
Todos los alumnos deberán tener las actividades en sus respectivas carpetas
(NOTA: El texto presente puede seleccionarse y pegarse en Word para comodidad y apropiación del estudiante)

Profesora Ghersinich Samanta
Actividades:

1.      Preguntas de Repaso:
a.      ¿Cuál es la situación de Italia al finalizar la Primera Guerra Mundial?
b.      ¿Qué era los Fasci italiani de combattimento? ¿Qué objetivos tenían? ¿Quiénes los apoyaban?
c.       ¿Qué medidas económicas y políticas adopto Mussolini luego de tomar el poder?
d.      ¿Cuáles eran las características de la República de Weimar en Alemania? ¿Qué sectores sociales la apoyaban? ¿Cuáles no?
e.      ¿Cuáles fueron los principales objetivos el gobierno de Hitler? ¿Cómo los llevó a cabo?
f.        ¿En qué consistió la nazificación de la sociedad alemana?
g.      ¿Qué es el integrismo católico?
h.      ¿Quién tomó el poder por la Fuerza en España  en 1923? ¿Cuáles eran sus ideas políticas?
i.        ¿Cuáles fueron las causas de la Guerra Civil Españolas? ¿Quiénes se enfrentaron en esta guerra? ¿Cuál fue su desenlace?
j.        ¿Cuándo y por qué se conformó la URSS? ¿en qué consistió la NEP?
k.       ¿Cuáles fueron las principales características del gobierno estalinista?
l.        ¿Cuál era la política hacia los opositores? ¿Qué eran los gulag u cuál era su función?
2.      Comparación de información: elaborar un cuadro comparativo con la información leída:


FASCISMO
NAZISMO
INTEGRISMO CATOLICO
COMUNISMO ESTALINISMO
Líder político




País




Año de origen




Sectores sociales que los apoyan




Sectores sociales que se oponen




Medidas contra los opositores




Principales ideas políticas





3.      Elaborar una cronología del fascismo, nazismo y estalinismo que resuma los principales acontecimiento por los cuales pudieron instalarse en el poder.

REGIMENES POLITICOS TOTALITARIOS EN EUROPA


Durante las décadas de 1920 y 1930, en varios países de Europa, se consolidaron regímenes políticos alternativos a las democracias liberales. En Italia, se instaló el fascismo, impulsado por Benito Mussolini. En Alemania, surgió el nazismo, a partir de la acción de Adolf Hitler. En la península ibérica, se impuso el integrismo católico que, en España, llevo al poder al general Francisco Franco. En Rusia, con Josef Stalin, se afianzó el comunismo soviético. 


A mediados de la década de 1930, la democracia liberal, tanto en la forma de república como de monarquías constitucionales, basadas en el sistema de sufragio y parlamentos con cargos electivos, solo tenía presencia en algunos países capitalistas: EEUU, Francia, Gran Bretaña, Bélgica, Holanda y los Estados escandinavos, entre otros.
La aparición del comunismo en Rusia, a partir de 1917, con sus expropiaciones de tierras y estatizaciones de industrias privadas, generó una ola de temor en Occidente, sobre todo entre las clases propietarias, que favoreció el surgimiento de fórmulas políticas autoritarias para combatir su difusión. Así, en países como Portugal, Rumania, letonia, Yugoslavia, Polonia, Grecia y Bulgaria, se impusieron dictaduras conservadoras, con el apoyo de terratenientes, empresarios, la Iglesia y el Ejército. En tanto, en Italia, los fascistas lograron alzarse con el poder político y el gobierno a partir de 1919.
En Alemania, en 1923, los nazis dieron un golpe de estado fallido; diez años después, accedieron al poder a través del uso de la fuerza en las calles y la participación en elecciones.
En la península ibérica, se consolido el integrismo católico, llamado así por promover la integración de la Iglesia al Estado. Entre 1936 y 1939, tras una feroz guerra civil en España, se implantó la dictadura del general Franco.
Mientras tanto, en la URSS, a fines de la década de 1920 y tras una sangrienta guerra civil, Stalin accedió al poder, lo cual terminó de consolidar el comunismo.
En este marco, al interior de cada país, las democracias liberales fueron combatidas desde la derecha e izquierda extremas y, más preocupadas por las crisis económicas-sociales, quedaron en una posición de debilidad.
A nivel internacional, esta situación condujo a una estrategia de aislacionismo, en el caso de Estados Unidos, y de apaciguamiento, en Francia y Gran Bretaña, frente a las políticas ofensivas de sus opositores ideológicos: fascistas, nazis, integristas católicos y comunistas.

EL FASCISMO ITALIANO

Italia fue uno de los países vencedores de la Gran Guerra; sin embargo, el tratado de Versalles no compensó  sus reclamos, en especial los territoriales. Los nacionalistas de derecha culparon por esta situación al gobierno y a los socialistas. Además, el malestar social se agravó por la crisis económica de posguerra.
La vida cotidiana era difícil, principalmente para los sectores desposeídos, como los obreros y campesinos. Los salarios reales de 1918 eran un tercio de los vigentes en 1913.
En 1919, se realizaron 1.800 huelgas, en las cuales participaron un millón y medio de trabajadores. A su vez, campesinos hambrientos se adueñaron de propiedades rurales en las afueras de Roma. Un año después, muchas fábricas que habían sido cerradas por sus propietarios, fueron ocupadas y puestas en funcionamiento por los obreros.
Los empresarios, terratenientes, sectores medios, funcionarios estatales, el Ejército y la Iglesia, pensaban que la revolución comunista era inminente y que el gobierno liberal no estaba capacitado para neutralizarla.
En ese contexto, Benito Mussolini, político y militante nacionalista, capitalizó el descontento de la sociedad y, en 1919, fundó los fasci italiani di combattimenti, grupo armado para combatir a los partidos de izquierda y detener una eventual revolución. Mussolini buscaba llegar al gobierno y, para ello, obtuvo apoyo económico y político de la mayor parte de las clases propietarias, además de la Iglesia y el Ejército. La violencia fue una de sus tácticas políticas, con numerosos atentados contra los opositores, que incluyeron el incendio de sus periódicos y sedes partidarias.
Dos años más tarde, Mussolini fundó el Partido Nacional Fascista. Sus objetivos eran implementar el voto femenino, el salario mínimo para los obreros, un sistema estatal de seguridad social y un impuesto a la riqueza; otorgar un mayor poder a las Fuerzas armadas en el Estado; eliminar a la oposición de izquierda, y sostener una política exterior expansionista.
En agosto de 1922, los obreros socialistas iniciaron otra gran huelga contra el gobierno liberal. Frente a ella, los grupos de combate mantuvieron en actividad el servicio de correos y el transporte público, lo cual les ganó un mayor apoyo de las clases medias. Poco tiempo después, el 27 de octubre de 1922, para demostrar su fortaleza política, marcharon sobre Roma.
Hostigado por derecha e izquierda, el gobierno liberal dimitió y el rey Víctor Manuel III traspasó el gobierno a Mussolini. Sus grupos de combate recibieron el nombre de  camisas negras y, hasta 1925, se dedicaron a eliminar toda actividad política opositora. Una de sus acciones más relevantes fue el asesinato del líder socialista Giacomo Mateotti.
Así, con el argumento e evitar una potencial revolución comunista, los fascistas destruyeron la democracia liberal vigente en Italia.

El gobierno fascista de Mussolini

En 1925, Mussolini se hizo proclamar Duce, que significa guía o conductor. Adquirió los cargos de jefe de gobierno, primer ministro y secretario de Estado.
Desde el 3 de enero de 1926, declaro ilegal toda actividad política, controló la prensa y prohibió el derecho a huelga. Reformó el sistema educativo, para inculcar la propaganda del partido oficial entre niños y jóvenes; además, los maestros de escuela se vieron obligados a vestir la camisa negra y los profesores universitarios, a jurar fidelidad al régimen.
Desde 1928, la Cámara de Diputados pasó a depender del Gran Consejo Fascista; en 1939, fue disuelta y sustituida por un órgano consultativo: la Cámara de los Fasci t de las Corporaciones. Mussolini designó a fascistas como perfectos en las provincias y como alcaldes en los municipios. Además, organizó actos políticos masivos, con largos discursos en los cuales daba cuenta de su poder. No obstante, el poder político del Duce no era total, ya que figura del rey persistió hasta 1943. Además, la Iglesia conservó un poder relativo u, en 1929, firmó con Mussolini los Tratados de Letrán, que reiniciaron las relaciones diplomáticas entre el Vaticano y el estado italiano, interrumpidas en 1870. Aunque algunos sectores eclesiásticos se oponían, el Papado apoyó al Duce, ya que la mayor parte de la población era católica y la lucha contra el comunismo ateo era un objetivo del fascismo. Así, sobre la base de la identificación estrecha entre el partido fascista y el estado, se construyó un régimen político casi totalitario. Aunque los monárquicos y papistas ejercían un cierto contrapeso, los italianos se vieron subordinados en una comunidad fascista bajo el mando del Duce.
Mussolini también intervino en la economía. Los propietarios y obreros fueron agrupados en corporaciones, según sus especialidades o actividades. Bajo estricta supervisión estatal, debían acordar salarios y condiciones laborales. En el campo, el régimen promovió el incremento de la producción agrícola, en lo que fue conocido como la batalla del grano; en las ciudades, incentivó una industrialización concentrada y protegida frente a la competencia extranjera. Desde comienzo de 1930, orientó la producción fabril hacia el desarrollo de armamento, caucho sintético y petróleo, lo cual generó, como contrapartida, el estancamiento de la industria ligera (alimentaria y textil).
Con estas medidas, Mussolini estuvo en condiciones de reclamar territorios e iniciar una política exterior expansionista. Entre 1936 y 1936, Italia invadió y ocupó totalmente el país africano de Abisinia (actual Etiopia) y, luego, pactó con Alemania una alianza militar.      

EL NAZISMO ALEMÁN

 Finalizada la Primera Guerra Mundial, el Partido socialdemócrata, de centroizquierda, ganó las elecciones en la República de Weimar. Debido al complejo escenario político y económico de la posguerra, el nuevo gobierno pronto se vio debilitado. Además de las duras cláusulas del Tratado de Versalles, tuvo que enfrentar la invasión francesa a la rica zona minera del Ruhr y una hiperinflación sin precedentes. Gracias a los créditos externos, la situación mejoró nutre 1924 y 1932, pero la Gran Depresión golpeó otra vez al país y, hacia 1932, generó casi seis millones de desocupados.
La República de Weimar también estaba hostigada por sectores de la ultraizquierda y de la ultraderecha. En 1919 se produjeron tanto la llamada revolución espartaquista, como la fundación, en Munich, del Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores, al cual se afilió el ex combatiente de la Gran Guerra, Adolf Hitler, quien fue su líder a partir de 1921.
En 1920, un sector del ejército alemán ocupó Berlín, con el objetivo de derrocar al gobierno, al cual acusaban de haber claudicado en Versalles. Sin embargo, una huelga general de los obreros en Berlín y el Ruhr impidió a los nacionalistas lograr este objetivo.
En 1923, Hitler asalta el poder desde Munich, utilizando las formaciones paramilitares que había creado. Estas eran conocidas como camisas pardas, por el color de sus indumentarias o S.A (sección de asalto). El intento del golpe de Estado fracasó y Hitler fue condenado a cinco años de prisión. Tras permanecer en la cárcel algunos meses, fue indultado. Durante ese lapso, escribió un libro llamado Mi Lucha (Mein Kampf), donde sintetizó buena parte de sus proyectos políticos, económicos, culturales y raciales.
En 1925, Hitler creo las S.S, otro grupo paramilitar destinado a su protección personal. Desde entonces, buscó llegar al gobierno a través de la violencia política y la participación en las elecciones.

El ascenso de Hitler

La Gran Depresión de 1930 fue la oportunidad que los nazis esperaban para obtener el apoyo de las clases medias, los campesinos arruinados y parte de los obreros desocupados.
Su propaganda nacionalista, sus denuncias del Tratado de Versalles y su promesa de combatir a los comunistas, hicieron que amplios sectores de la derecha, el Ejército y la gran burguesía industrial y financiera se fueran sumando a su proyecto.
En las elecciones de 1930, los nazis lograron 6.409. 000 votos y obtuvieron 107 bancas de diputados en el Parlamento o Reichstag. Las elecciones de 1932 significaron casi 13.700.000 votos para el Partido Nacionalsocialista de Hitler, que alcanzó la suma de 230 diputados. Finalmente, en enero de 1933, el presidente Paul von Hindenburg nombró a Hitler como canciller de la república de Weimar. Aunque Hitler formaba parte de un gobierno de coalición, desde el comienzo buscó consolidar un poder totalitario y eliminar a todos sus opositores políticos. El 27 de febrero de 1933 se produjo un acontecimiento político importante: el Reichstag fue incendiado y Hitler culpó falsamente a los comunistas. Aprovechando la conmoción general, suspendió las libertades individuales y estableció la pena de muerte, prohibió la libertad de prensa y las reuniones de socialistas y comunistas; la S.A sembró el pánico y el terror en las calles.
En las elecciones del 5 de marzo de 1933, los nazis obtuvieron el 43% de los votos, mientras que, en conjunto, los partidos de izquierda alcanzaron el 30%. Ante esa polarización, el electorado católico ubicado en el centro se convirtió en atrito de la disputa política y, tras fuertes presiones, orientó su apoyo a los nazis. Así, Hitler alcanzó los votos necesarios para obtener plenos poderes y la facultad de dictar leyes sin necesidad de acudir al Parlamento. En agosto, de 1934, ante el fallecimiento de Hindenburg, Hitler concentró todo el poder en sus manos: asumió las funciones de canciller y presidente, y se proclamó Führer del llamado Tercer Reich de Alemania.

El gobierno nazi

 A partir de 1934, Hitler impuso un régimen totalitario. Se disolvieron los partidos políticos y sindicatos opositores, y todos los ciudadanos debían afiliarse al partido Nazi, el único autorizado.
Al mismo tiempo, los cargos de la burocracia estatal pasaron a ser controlados por los nazis, y los poderes locales quedaron supeditados a un Estado fuerte y centralista. Se crearon juzgados excepcionales para perseguir a quienes los nazis tildaban como delincuentes políticos. La fuerza policial fue sustituida, primero, por las SA y, luego, por la Gestapo o policía secreta. La Gestapo fue destinada a reprimir opositores y controlar a los ciudadanos. El poder totalitario ya había comenzado a afianzare desde 1933, cuando se abrieron los primeros campos de concentración donde se encerraban y torturaban a los opositores al régimen, fundamentalmente, socialistas y comunista.
Hacia 1934, existían casi medio centenar de campos de concentración en toda Alemania. Ese mismo año, Hitler advirtió que el poder de la SA dentro del partido había crecido demasiado. Por ello, pese a que lo habían acompañado desde hacía más de una década en sus luchas por acceder al poder, ordenó su disolución el 30 de junio de 1934. Además, dispuso el asesinato de su líder, Ernst Röhm, y de otros 300 jefes de las camisas pardas, en un suceso que fue conocido como la noche de los cuchillos largos.
Así, para fines de 1934, el Führer concentró en sus manos todo el poder del partido Nazi y del Estado, que estaban profundamente unidos.

La nazificación de la sociedad alemana

Con todo el poder político concentrado en sus manos, Hitler comenzó a nazificar a la sociedad alemana, imponiendo su ideología en todos los aspectos de la vida cotidiana y en todos los sectores sociales.
Desde el comienzo de su gobierno, buscó la absoluta unidad ideológica, a partir de un férreo control del pensamiento y la ideología de la población. Implementó una propaganda masiva sobre todo los sectores sociales y afirmó por repetición los valores nazis: racismo, antisemitismo, anticomunismo y nacionalismo. Dedicó especial atención a la nazificación fanática de los jóvenes, a quienes incluyo en las flamante Juventudes Hitlerianas.
Además, realizaba gigantescas concentraciones de masas, donde se exhibía toda la parafernalia simbólica del régimen: fotos de Hitler, cruces esvásticas, banderas nazis, desfiles militares, himnos, cantos, etc.
Para asegurar lo que definió como la “pureza racial” de Alemania y la “superioridad aria”, se excluyeron de la sociedad y se confinaron en instituciones estatales a las personas con discapacidades mentales y motrices. Además, se implantaron medidas estatales para esterilizar a los alemanes que portaran enfermedades hereditarias. Al mismo tiempo, se persiguió a las minorías étnicas (gitanos, eslavos), sexuales (homosexuales) y religiosas (especialmente a los judíos)-
Las acusaciones hacia los judíos, a quienes culpaban de todos los males sufridos por Alemania, llegaron a su punto máximo con la adopción de las Leyes de Nüremberg, en 1935. Estas leyes prohibían a los judíos el ejercicio de todos los derechos civiles, y buscaban su expulsión del país o su reclusión en barrios separados, conocidos como guetos. 
Los comunistas y socialistas también fueron perseguidos, torturados, encarcelados en los campos de concentración o, directamente, asesinados, en forma paralela, el régimen dio fuertes discursos nacionalistas a la población, con el objetivo de prepararlos para la guerra. En ellos se alertaba sobre la amenaza del comunismo soviético para la continuidad de la nación alemana.

La política expansionista

 Al mismo tiempo que afianzaba su poder político, Hitler reorientó la economía para volver a ubicar a Alemania entre las grandes potencias y preparar al país para otra guerra. Desde el Estado, se promovió la industria siderúrgica, química, minera y, sobre todo, armamentística.
En 1936, estableció su Plan quinquenal, mediante el cual buscó el autoabastecimiento de Alemania, fijó precios y salarios, e incrementó el gasto público en obras para dar trabajo a los desocupados por la Gran Depresión.
Hacia 1939, la economía alemana ya se encontraba entre las cinco más grandes del mundo. Sin embargo, aunque bajo la desocupación, los trabajadores no podían hacer huelgas al régimen, su jornada laboral se habían alargado a diez horas y los derechos sindicales estaban prohibidos. En ese marco, los más beneficiados fueron los grandes terratenientes y la banca financiera. Pero cuanto más crecía la industria pesada, mayor era la necesidad de materia prima e insumos, como petróleo, caucho, etc. Por ello, Alemania comenzó una activa política expansionista que busca anexar lo que Hitler definía como espacio vital. En 1933, Alemania había abandonado la Sociedad de Naciones y comenzó a rearmarse; en 1936, en violación del Tratado de Versalles, el ejército alemán ocupó la zona desmilitarizada de Renania. En ese mismo año, firmó con Mussolini el pacto conocido como  Eje Roma-Berlín, apoyó el golpe militar de Franco con la república española y acordó una alianza anticomunista con Japón.
En 1938, anexó Austria con el argumento de que formaba parte de la Gran Alemania. Hitler también reclamó la región de los Sudetes, que había sido adjudicada a Checoslovaquia después de la Gran Guerra. Ante esta situación, los representantes de Gran Bretaña, Francia, Italia y Alemania se reunieron el 30 de setiembre de 1938 en Munich, donde se otorgó esa región a Hitler a cambio de finalizar su política expansionista y respetar el resto del territorio de Checoslovaquia. Sin embargo, en marzo de 1939 el Führer ordenó invadir ese país e incorporarlo al Reich, mientras que, en abril, consiguió que Hungría y Rumania también se aliaran al Eje. Las potencias capitalistas occidentales y la Rusia comunista decidieron no hacer nada por detener la cada vez más agresiva política exterior de Hitler.

EL INTEGRISMO CATÓLICO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

En España, también creció el temor al comunismo, a partir del triunfo de la Revolución Rusa en 1917. Por ello, el rey y el Ejército comenzaron a intervenir más activamente en política. En 1923, influido por el movimiento fascista en Italia, el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado e instaló una dictadura. Al año siguiente, fundó el Partido Unión Patriótica para legitimar su régimen y promovió la conformación de corporaciones con el objetivo de sustituir a los partidos políticos tradicionales.
En oposición al gobierno dictatorial, se aglutino una oposición muy heterogénea, integrada por partidarios del sistema republicanos, elites intelectuales, estudiantes universitarios y obreros. Debido a las presiones de estos grupos políticos, el rey y el Ejército quitaron su apoyo a la dictadura, y el gobierno tuvo que convocar a elecciones en 1931. Los republicanos se unieron con los socialistas en frente político común. Juntos, fundaron un “Comité Revolucionario” que intimó al rey Alfonso XIII a abandonar España. En mayo de 1931, la coalición republicana-socialista triunfó en las elecciones y proclamó la llamada Segunda República. El nuevo gobierno promovió medida de cambio estructural (separación Iglesia-Estado), sancionó una nueva Constitución laica, expropió tierras de grandes terratenientes y la repartió entre los campesinos, y apoyó las huelgas obreras en las fábricas. Por su parte, los partidarios de la monarquía, la Iglesia, el Ejército y los conservadores católicos se aglutinaron en la oposición.
En las elecciones de febrero de 1936 triunfó el Frente Popular, integrado por la izquierda republicana, los socialistas y los comunistas, lo cual agudizó la polarización de la sociedad española, y profundizó el clima de agitación social y violencia política. Los militares intentaron realizar un golpe de Estado, frustrado por el gobierno que, además, condenó al general Francisco Franco al exilio, por considerar que había formado parte del grupo golpista. A mediados de julio de 1936, el general Franco se sublevó con apoyo de las clases propietarias, la Iglesia y los grupos monárquicos. Sus objetivos declarados eran defender a la Nación, la propiedad privada, la familia y la religión, de lo que consideraba un peligroso gobierno comunista. Sin embargo, la sublevación no tuvo éxito inmediato y se inició una cruenta guerra civil entre las fuerzas nacionalistas, lideradas por Franco y las fuerzas republicanas.
Durante la década de 1930, también se instaló un gobierno dictatorial en Portugal, país limitro de a España. En 1932, Antonio de Oliveira Salazar asumió como primer ministro de ese país y, al año siguiente, impulsó una nueva Constitución. Así, surgió el llamado Estado Novo, un régimen nacionalista, integrista católico y corporativo, semejante al desarrollado por Mussolini en Italia. Una de sus principales preocupaciones era que los sucesos de la Guerra Civil Española no afectasen a Portugal. Así, Salazar incrementó la censura y la acción de la policía sobre opositores, y ayuda a Franco mediante la deportación de republicanos que fugaban hacia Portugal y, en menor medida, con el aporte de combatientes y armamentos.

La Guerra Civil Española y el triunfo del franquismo

Para frenar la sublevación del general Franco y sus tropas, el gobernó organizó una fuerza armada con el apoyo de los sindicatos obreros, los salariados agrícolas, los autonomistas vascos y catalanes, y las milicias populares. Sin embargo, lo sublevados recibieron la asistencia militar de Alemania e Italia, ya que Hitler y Mussolini estaban muy interesados en derrotar al gobierno de izquierda en España y, al mismo tiempo, utilizar en su provecho el escenario de guerra como lugar para probar nuevas armas y estrategias militares. De hecho, en abril de 1937, la fuerza aérea alemana, conocida como la Legión Cóndor, bombardeo la ciudad de Guernica y provocó una gran cantidad de muertos entre la población civil.
El gobierno republicano, en cambio, no recibió ningún apoyo de los países occidentales, aunque sí logró, mediantes fuertes estrategias de propaganda, la conformación de Brigadas Internaciones, compuesta por civiles de diferentes nacionalidades dispuestos a tomar las armas para combatir al fascismo y defender al gobierno.
Pese a la resistencia de las milicias republicanas, a comienzo de 1939, la situación bélica era favorable a los golpistas, quienes tomaron el poder tras conquista Madrid. Desde entonces, España fue gobernada por una dictadura militar encabeza por el general Franco, hasta su muerte en 1975.

EL COMUNISMO SOVIÉTICO

En 1922, quedó formalmente constituida la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que integró a la antigua Rusia con las regiones que habían pertenecido al imperio zarista.
Desde 1921, a medida que se iba consolidando la revolución y finalizada la guerra civil, el gobierno tomó una serie de decisiones económicas que fueron modificando la etapa de “comunismo de guerra”, como se denominó a la política económica implementada por los bolcheviques a partir de 1917. De este modo, se inauguró la siguiente etapa, conocida como Nueva Política Económica (NEP).

La Nueva Política económica

 La NEP consistió en la organización de una economía mixta, en la que, por un lado, se mantenía la estatización de las grandes industrias urbanas y por otro lado, se permitía la actividad privada en el sector agrícola, el comercio y la pequeña producción, manufacturera. Además, se dispuso la confiscación forzosa de los excedentes de producción de los campesinos y terratenientes propietarios, lo que generó fuertes revueltas agrarias.
Con el objetivo de obtener financiación, el gobierno fijó un tributo en especie y autorizó a vender el excedente agrícola en el mercado local. Pero, en la práctica, esa medida fue imposible de aplicar, ya que los mercados potenciales para los excedentes estaban fuera de las comunidades campesinas. Así, se tornaba casi inevitable legalizar el comercio privado de los intermediados.
A partir de 1922, creció la producción agrícola, aunque la política gubernamental generó resistencias entre los productores privados rurales, llamados Kulaks. Estos productores especulaban con el incremento de los precios, ya que ocultaban parte de su producción agrícola hasta que subiesen los valores de los alimentos. Aunque el gobierno promovía la organización de cooperativas agrarias, el alza de precios impulsó la rápida estratificación social en el campo, pues los kulaks invirtieron sus ingresos excedentes en tierras y riquezas.
Mientras tanto, en el sector urbano-industrial, el gobierno estatizó los bancos, el comercio exterior y la gran industria. Diversos factores, como la centralización jerárquica de la economía, una administración burocrática y confusa, los altísimos costos fijos de los insumos industriales y la dificultad del transporte por la falta de repuesto promovieron la crisis de este sector. En ese complicado escenario, el gobierno decidió liberar el precio de las manufacturas e incrementar los impuestos. De ese modo, comenzó un proceso inflacionario en el que los salarios reales aumentaron más lentamente que los precios. Además, el gran aumento de los precios industriales respecto de las agrícolas, generó una nueva crisis conocida como “crisis de la tijera de precios”.

La repuesta a la crisis

La reacción del gobierno ante la crisis fue muy enérgica, aunque Lenin atravesaba un delicado estado de salud. Se dispuso el control de los precios de las manufacturas, se implantó una moneda estable, se obligó a los kulaks a vender sus stocks a fin de bajar los precios de los alimentos, y se dispuso la importación a gran escala de tecnología y maquinaria occidental pata incrementar la producción manufacturera y agrícola.
Bajo el lema “mecanización y cooperativismo”, Lenin dispuso una planificación estratégica de la economía en función a la necesidades del estado y, sobre todo, buscó incorporar compulsivamente a los campesinos propietarios al socialismo. A partir de entonces, la burocracia estatal asigno capitales a los diferentes sectores de la economía, llevo las cuentas públicas, nombró a los funcionarios responsables en cada área, planificó la producción, pagó los salarios y vendió el producto por medio de la estructura administrativa. En las industrias consideradas claves (petróleo, química armamento), se buscó maximizar la organización estatal. Por su parte, las industrias de bienes de consumo (alimentos, textiles) perdieron importancia ante la concentración de los esfuerzos estatales en la industria pesada. En forma paralela, la NEP impulsó una gran legislación social, que estableció la jornada de trabajo de ocho horas, quince días de vacaciones pagas para todos los trabajadores, salud y educación gratuita financiada por el Estado, y un sistema de seguridad social que tendía a proteger a los ciudadanos.
Desde 1925, la NEP comenzó a montar sus resultados y se verificó un sostenido crecimiento económico en toda la Unión Soviética.

El ascenso de Stalin

Durante los últimos años de vida de Lenin, dos corrientes internas dentro del Partido Comunista se disputaron su sucesión.
La línea liderada por León Trotsky promovía la expansión de la revolución fuera de la URSS, mientras que la corriente de Josef Stalin impulsaba el “socialismo en un solo país”, es decir, la consolidación profunda del comunismo en la URSS.
Luego de la muerte de Lenin, en 1924, los estalinistas ganaron la puja interna del partido. Desde 1927, Stalin comenzó a acaparar el poder político y desarrolló un gobierno totalitario. En el aspecto económico, impulsó el crecimiento de Unión Soviética por medio de medidas drásticas, efectivas y rápidas, como los planes quinquenales que promovían la industrialización forzada. Para ello, concentro todo el empuje estatal en la acumulación de riquezas, para lo cual se apropió de los recursos del sector rural a partir de la colectivización forzada de los campesinos. De ese modo, para 1937, el 93% de la población rusa estaba integrada n este sistema colectivo de trabajo.

Un gobierno totalitario

La colectivización arruinó a los kulaks que, si bien buscaron enfrentar al gobierno mediante la quema de sus propias cosechas y la matanza de sus ganados, no lograron sobrevivir a la presión de medidas como la expropiación de sus tierras y productos, o la obligación de trabajar en las fábricas de las ciudades o los campos de trabajo (gulag) en Siberia.
Stalin también dispuso el control de precios y salarios, y la imposición de tasas e impuestos, con el fin de contraer el consumo interno en el sector rural e interponerse entre los productores y los consumidores urbanos. El efecto de esta política fue la hambruna generalizada en el campo, por la cual se calcula que murieron entre 3 y 4 millones de personas.
La transferencia estatal de la riqueza producida en el sector rural hacia las ciudades promovió también el desarrollo de las Fuerzas Armadas, la educación, la ciencia y la tecnología, y la salud pública.
De ese modo, con un alto costo en vidas humanas y la eliminación de los kulaks como clase social, hacia 1939, la Unión Soviética se había convertido en una gran potencia económica, donde proliferaban las industrias pesadas, los hospitales y las universidades, sobre todo en las ciudades de Moscú, Leningrado y Stalingrado.
Entre los años 1937 y 1939, Stalin buscó consolidar su poder totalitario y eliminar a sus opositores dentro del partido y las Fuerzas Armadas, con una ferocidad y crueldad implacable. Además, expulsó a una gran cantidad de miembros  del Ejército y antiguos camaradas de la revolución, baja la acusación de traición. De ese modo, la mayoría de los generales y coroneles fueron detenidos y enviados a los gulag, donde morían a causa de las terribles condiciones climáticas y las pésimas condiciones de trabajo.
El principal rival de Stalin, León Trotsky, había sido deportado en 1929 desde la URSS por sus creencias y enérgicas críticas hacia el régimen. Trotsky viajo por varios países, hasta que se instaló en México, cuyo gobierno le otorgó asilo político. Allí, encontró el apoyo de importantes artistas e intelectuales mexicanos, como Diego Rivera y Frida Khalo. No obstante, el estalinismo soviético continúo persiguiéndolo y fue así como, en 1940, Trotsky fue asesinado en su casa del barrio mexicano de Coyoacán.

La política de apaciguamiento

 Hacia finales de la década de 1930, el escenario internacional se tambaleaba por la agresiva política expansionista de Mussolini y Hitler. Sin embargo, la URSS se encontraba en una posición débil por las purgas en el ejército y Stalin sospechaba de las potencias capitalistas occidentales que habían apoyado al ejército contrarrevolucionario durante la guerra civil que se extendió entre 1918 y 1921. Aunque la Unión Soviética y Alemania eran ideológicamente opuesta, y los nazis sostenían una política anticomunista, Stalin era consiente que no podía enfrentar a Hitler en una guerra abierta. El ejército había sido diezmado y el desarrollo industrial, si bien había convertido a la URSS en la tercera potencia mundial, todavía no había alcanzado su potencial. Por ello, entre 1939 y 1940, Stalin promovió una política de apaciguamiento y negociación diplomática secreta con los nazis, que buscaba ganar tiempo para seguir el fortaleciéndose y preparar sus ejércitos para la inminente guerra.

Bibliografía: 4 Es, Historia, El periodo de entre guerras; Ed. Estrada, 2011.

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