Un
relato de Francisco De Aguirre (alumno de la ETARS)
Bueno, luego de mucho
tiempo, me decidí a hacer esto de una vez. No podía seguir mi vida ni un día
más si me lo guardaba, necesitaba contarlo. Pedí un taxi, me subí y le indiqué
la dirección. Respondí evasivamente a las preguntas del tachero, le pagué y me
bajé sin esperar el vuelto Golpeé la puerta y por suerte estaba vacío. Me senté
en el sillón y sin siquiera presentaciones, comencé.
En 1982, yo recién
terminaba 1a secundaria, una tecnicatura electromecánica. Fui uno de los 33 que
se embarcaron por primera vez. Era un imponente buque de unos 215 metros de
eslora, petrolero, mitad rojo, mitad negro; unos 20, 18 metros de puntal, con
una altísima torre petrolera en la proa. Me llevé nada más que mis casetes de
música, un reproductor que me había regalado mi padre, ropa, papel, lápiz, y un
bolsito con jabón y esas cosas.
Mi amigo Juanpa y yo
éramos los más jóvenes, con 19 años. Cuando me subí por primera vez, noté un
aura sombría, sentía que las sombras se acentuaban en las esquinas, y me perdía
a1 doblarlas. Al principio nos dirigimos hacia Venezuela. Todos los días mi
tarea consistía en realizar el mantenimiento del buque. Recorría yo solo todo
el barco en busca de problemas técnicos. Al final del día nos reuníamos para
cenar y luego cada uno para su camarote. Mi compañero era un hombre de unos 50
años, de nombre Marcelo, el encargado de 1a sala de máquinas. Todo iba bien,
días fríos, un largo viaje, hasta que llegó ese día. No pude almorzar, tampoco
tomé ni un mate en todo el día, solo, en la hora de la cena comí un pedazo de pan,
mucho menos pude dormir, me acosté y me puse a escuchar The Beatles: Luego de
dos horas de reproducir todos mis casetes, salí sigilosamente de la habitación Recorrí
la cubierta principal, sin encontrar a nadie, se me ocurrió ir hacia el puente.
Cuando llegué quedé anonadado: toda la tripulación se encontraba mirando hacia
el horizonte, 1a mitad comentando entre ellos, la otra mitad con la mandíbula caída,
atónitos. El único que advirtió mi llegada fue el capitán, volteando la cabeza.
Advertí que todos estaban descalzos. Continuamos avanzando. Cuando pasamos por
al lado de una boya que titilaba, se me nubló la vista, y escuché ruidos que venían
de la cubierta principal. Luego solo recuerdo fragmentos; una figura oscura que
sube las escaleras, arrastrando una cadena, y produciendo un chirrido, luego un
forcejeo entre la figura, que era un hombre, y varios tripulantes, mientras
otros tantos miraban sin hacer nada, luego los que peleaban estaban tirados en
el suelo y el extraño se llevaba a uno arrastrándolo, y hasta ahí recuerdo.
Eso
fue solo e1 principio. Al otro día esperé algún tipo de revuelo en el desayuno,
pero nadie dijo nada, y me di cuenta de que el hombre que había sido
"abducido" por la figura era Marcelo, entonces fui a buscarlo, pero
cuando lo saludé 1o noté vacío, con la mirada perdida, y sus palabras daban a
entender que no recordaba nada. Decidí hablar con Juanpa, pero él siguió de
largo toda la noche. Supuse que sería un mal sueño, producto del hambre y de la
repetición musical (Debo haber escuchado Please
Please Me unas 25 veces).
En los días seguideros pasaron cosas raras, como que
fui conociendo y ganando confianza con
la tripulación, pero tiempo más tarde las charlas iban perdiendo sentido, ya no
había risas. Sergio, el que se encarga de la limpieza, un hombre alto, gruñón,
protestaba por cualquier cosa y se enojaba cuando pisabas e1 suelo recién
barrido, ya no se hacía notar, sino que apenas hacia sus tareas y se encerraba en su camarote. Con el paso del tiempo fui relacionándome
cada vez menos, Si entablaba alguna conversación era solo pura cortesía, todo
se redujo a hacer mis tareas y tomarme unos mates y jugar unas manos de truco con
Juanpa.
Hasta que decidí
investigar un poco. Una noche me acerqué Marcelo, observé su rostro, y note una
cicatriz en la ceja derecha, pero justo en ese memento se corté la luz por un rato,
entonces decidí volver a la cama. Esperé hasta la siguiente noche y salí a la
cubierta principal fui al muelle; para mi sorpresa, e1 capitán estaba desplomado
sobre el timón, decidí dejarlo ahí, pero cuando
me di vuelta escuché de nuevo ese chirrido, y me desmayé.
Me desperté en una
camilla, amarrado a ella, en un consultorio.
Frente a mí estaba aquel hombre, con un martillo y un picahielos, se acercaba
hacia mí, a mi lado había un tripulante que no llegué a reconocer. En ese
momento sonó la bocina del buque, habíamos llegado a puerto. E1 hombre
rápidamente se cambió de ropa, y se fue, dejándonos encerrados. Logré escapar
por la ventana, pero no pude sacar a1 otro tipo. Rápidamente bajé y busqué a
Juanpa, pero cuando lo encontré no era el mismo; la mirada perdida, con una
sonrisa cansada y una expresión calmada, estaba igual que los demás.
Corrí hacia el barco,
junté mis cosas y me fui. Cuando conseguí un hotel lo primero que hice fue ir
hacia la biblioteca municipal e investigué los síntomas de mi tripulación en
varios libros acerca de psiquiatría y medicina. Todo indicaba que podrían haber
sido víctimas de una lobotomía, un proceso quirúrgico en el que se cortan
algunas conexiones cerebrales, que anulan completamente 1a personalidad y que
"curan“ enfermedades mentales, pero lo raro es que en mi tripulación no hay
ningún enfermo mental, ni tampoco ningún cirujano...
FIN.
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